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¡Rojo por aquí, rojo por allí!
Todo era rojo: paredes rojas,
caras rojas, ropa roja, muebles rojos, almuerzos y cenas rojas...
¡Y eso no sería nada! Porque cuando empezamos a tener pensamientos rojos, sueños rojos, sentimientos rojos y sólo palabras
rojas para decirnos los unos a los otros ¡entonces la situación se complicó, pero se complicó en serio!
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