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Durante los días siguientes la vimos muy ocupada en cosas muy extrañas:
escribió papelitos,
les prendió fuego,
en una brújula buscó dónde queda el Norte.
Exprimió jugo de limón,
lo puso en una jarrita y la colgó de la ventana.
Comió frutillas,
tocó campanas
y volvió a quemar mensajes, a tocar campanas, a prender fósforos y a colgar jarritas de jugo de limón.
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