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Así empezó un juego muy divertido, porque la vaca también tocaba cosas a pedido:
¡toca la silla, toca el sillón, toca la mesa, toca el tazón!
Nadie hubiera creído lo bien que le quedaba a las viejas cosas conocidas su nuevo vestido rojo.
Sólo mi mamá quedó desconcertada cuando volvió del trabajo y recibió de bienvenida un beso de vaca, ¡un beso hermoso, un beso
rojo!...
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